Desde niño te enseñan a que las hormigas simbolizan la constancia en el trabajo, pues al igual que como sucede con las abejas, son de los seres vivos con mayores niveles de productividad. Trabajar como hormiguita significa estar dale y dale. Además, destaca su sofisticado e inmediato sistema de comunicación: una exploradora puede localizar alimento e inmediatamente hacérselo saber a toda la parentela, que se deja venir en total sincronía, sin empujarse unas a otras. Las hormigas siguen una ruta que va marcando la guía, la lideresa. Bueno, todo eso suena muy bien y hasta podría pensarse que amo a las hormigas pero… ¡NOOOOO ES CIERTOOO!..
Por simpáticas y diminutas casi siempre pasan inadvertidas y parece que nos acordamos de ellas sólo cuando cubren –como escarcha a la margarita tequilera– el vaso en el que estábamos bebiendo un rico Nestea… También nos acordamos de ellas cuando recibimos una buena mordida, porque las hormigas no pican, muerden.
Que me perdonen los jardines de niños en donde las hormigas son adoradas por ser ícono de la productividad… Yo, honestamente las aborrezco. Las hormigas se han apoderado de mi escritorio, de mi teclado, de las paredes de mi casa, del sillón donde me siento… Y a cada rato escucho a mi madre decir: “No pongan comida aquí porque hay hormigas”…
Reconozco que en un principio fui responsable por dejar restos de frituras en el escritorio desde donde escribo, pero hoy pienso que las hormigas ya están rayando en la locura, al menos eso creo. Pues hay veces que se meten en un vaso con agua simple; sin el más mínimo olor de azúcar, y ahí las ves flotando.
La primera vez que las descubrí –no me da pena decirlo– pensé que se habían muerto y me congratulé hasta más no poder: Vaya ya era hora, merecida lección por invadir mi espacio vital; que mejor escarnio para el resto de la banda. Tal vez fue un suicidio colectivo, tal vez un error de cálculo, quizás un accidente laboral, lo que fuere… Digo, creo que en algo tienen que fallar las dichosas hormigas y que las “metidas de pata” no son virtudes exclusivas de los humanos.
Pero al correr de los minutos grande fue mi decepción cuando –aun dentro del agua– las vi moverse, entonces me entró la duda sobre si realmente habían fallecido o sí nomás se estaban echando un chapuzón, pues con el calor que hace en Cancún no me extrañaría nada. Al poco tiempo las vi agruparse, unas a otras se entrelazaban para formar una cadena con la que se ayudaban mutuamente para salir del embrollo, fue increíble.
En otras ocasiones las he visto ser “devoradas” en el lavabo por la fuerza del agua, un remolino del que nadie puede salvarse pero… en un par de horas salen como si tan sólo hubieran bajado al sótano por el elevador. ¿Cómo poder exterminar a estos animales que son capaces de levantar sobre sí 50 veces más el peso de su propio cuerpo? ¿No me explico por qué a los hombres frágiles les llaman “insectos”? Qué contradicción.
LA SOLUCIÓN
Hace unos días por error tiré un vaso con agua de jamaica. El líquido se dispersó por el suelo y por las prisas de tener un compromiso fuera, dejé el piso mojado. Bueno – pensé: esto será como un día festivo para las hormigas, una especie de Día de la Santa Cruz, algo así como la fiesta del pueblo… ¿Dije la fiesta del pueblo? ¡¡¡Eureka!!!... Ahí está, sí ahí está la solución: Humanizar a las hormigas me permitió fantasear: ¿Qué pasaría si pudiera infiltrar una “hormiga humana” capaz de llegar al corazón mismo del hormiguero y desde ahí soltar un virus conocido como SINDICALISMO? Una bomba nuclear… simple y sencillamente el acabose de su organización.
Nuestra hormiga encubierta se llamaría “Elba Esther H1 N1” y su misión sería que el sindicalismo y sus auxiliares “la burocracia” y “el valemadrisno” se propagaran con la velocidad propia de un virus. En cuestión de hora tendríamos halagadores resultados: Turno de corrido con semana inglesa: de lunes a viernes, lo que implicaría no verlas rondando sobre mi teclado al menos por ocho días al mes. Además, el sindicato les otorgaría dos periodos vacacionales al año, algo así como entre 15 a 30 días, vamos muy bien.
La “hormiga” infiltrada promovería las juntas sindicales entre semana y en horarios de trabajo. Ufff!!! Otros días más sin su molestosa presencia. Además, implementaría nuestro exitosísimo modelo laico-católico, lo que significa que durante la Semana Santa, el Carnaval, las celebraciones de la Virgen de Guadalupe y la Navidad tampoco se trabaje… Prácticamente dejaría de verlas.
Por si lo anterior fuera poco, “Elba Esther H1 N1” llevaría la consigna de imponer los fines de semana largos. Otro maravilloso logro para no verlas “trabajar” sobre mi escritorio y caminar en el monitor de mi computadora... Encima, nuestra sagaz y astuta hormiga humana podría enseñarles tácticas de sumo conocidas en la vida de los mexicanos, como sacar incapacidades médicas en el Seguro Social para no presentarse a trabajar, o estar “comisionadas” en labores sindicales. Con esto seguimos sumando días sin su incómoda presencia.
Si por azares del destino un grupo de hormigas cayera en las pantanosas aguas de una simple corcholata rebosada, esa sería su tumba, pues con la nueva filosofía de nuestra agente infiltrada se acabaría el trabajo en equipo. Nadie ayudaría a nadie y por el contrario se tirarían a hundirse unas a otras.
Al principio del texto les decía que las hormigas exploradoras reportan ipso facto la presencia de comida para compartirla, pues bien, gracias al poderoso virus infectado de mañas humanas, la otrora hermandad de las hormiguitas cambiará radicalmente. Lo que ellas encuentren será para ellas, o lo que es lo mismo “que cada quien se rasque con sus propias uñas”.
Una amiga de la universidad me dio una receta química para combatirlas. Me habló del Fitoclor o del ácido bórico diluido en agua, y creo que sí le tomaré la palabra porque, honestamente, mandarles algo como lo que pensé sería cruel. Después de todo, ninguna especie tiene la culpa de que seamos humanos y que tengamos nuestras propias hormigas reina que, por ciento, viven 100 veces más que el resto de sus compañeras.
Francisco Verdayes Ortiz
fverdayes@hotmail.com
Cancún, Quintana Roo, México
01 de marzo de 2012